Por: Paula Valencia y Nicolás Rodríguez
Nuestro quehacer consiste en trabajar por causas que impactan a personas y territorios, y este propósito adquiere mayor significado cuando llegamos a lugares como Cumaribo, Vichada, en el llano colombiano profundo. Ubicado a catorce horas de Bogotá por tierra, este municipio se erige como el más extenso de Colombia y posiblemente del mundo, según lo expresan sus habitantes. Hace décadas, llegar aquí representaba una travesía que podía costar incluso la vida; sin embargo, hoy en día, el trayecto nos brinda amaneceres acogedores y paisajes de una belleza singular. En cada minuto, una variedad innumerable de especies de aves y otros animales, como el oso hormiguero y las iguanas, atraviesan la vía terrosa, ofreciéndonos el privilegio de contemplarlos.
El solo recorrido hasta el municipio donde se encuentra la Asociación de Personas con Discapacidad del Vichada nos revela la importancia que tiene para Compartamos con Colombia llegar a este lugar. Esta organización, integrante del programa Enlaza Sur, se dedica a promover los derechos y la inclusión de las personas con discapacidad en el departamento, afrontando las adversidades contextuales y territoriales propias de un municipio apartado. Estas dificultades no solo derivan de la distancia con respecto a las grandes urbes, sino también de la falta de avances en cuanto a la inclusión social, cultural y económica para las personas con discapacidad y sus cuidadores. En estos territorios, como es común en zonas del mundo donde no hay avances relacionados a temas de discapacidad, hay personas que han sido completamente relegadas de sus derechos humanos, que han sido encerradas, escondidas y que gracias a labores como las de la Asociación, hoy pueden ser parte de la comunidad.
Las necesidades de esta población son diversas, incluyendo pobreza, exclusión, discriminación, altos índices de desescolarización y escasa inserción laboral. No obstante, el trabajo de la Asociación nos permite comprender la importancia de fortalecer organizacional y estratégicamente a las Organizaciones Sociales y de Base Comunitaria en un país como Colombia, donde los territorios son heterogéneos. Hoy en día, representa un desafío idear procesos inclusivos y políticas equitativas para esta población en Cumaribo y en otros lugares remotos de Colombia, que suelen sentirse excluidos por el Estado y olvidados por el resto del país. Sin embargo, iniciativas como la de Jorge y la Asociación generan una esperanza que nos impulsa a continuar nuestro trabajo desde Compartamos con Colombia en favor de estas causas trascendentales.
Durante nuestra visita, pudimos constatar, al menos en parte, las distancias y las condiciones a las que se enfrenta esta población de manera directa, no solo en lo concerniente al acceso al municipio, sino también en aspectos tan simples como la escasa señal telefónica, la ausencia de conexión a internet, el suministro eléctrico intermitente y poco confiable, las vías de tierra roja (características del llano colombiano profundo), los climas extremos variables, la desescolarización, la pobreza, entre otras características ya conocidas en el país. Estas circunstancias representan obstáculos para toda la población y, en particular, se exacerban para las personas con discapacidad.
Tuvimos la fortuna de reunirnos con algunos beneficiarios de la asociación, entre ellos, una persona con discapacidad, perteneciente a un grupo étnico que, antes de recibir su silla de ruedas eléctrica (traída desde el centro del país a través de tutelas lideradas por la Asociación), estuvo quince años sin poder salir de su casa de manera independiente; una persona sorda, acompañada de sus dos hijos menores (de 7 y 9 años), quienes actuaron tímidamente como sus intérpretes; una madre de dos hijos con discapacidad cognitiva, cuyo mayor sueño era poder conseguir un teléfono para que sus hijos siguieran pintando lo que veían en los videos de internet; y un señor con discapacidad visual parcial, quien reside a tres o cuatro horas del casco urbano, en su propia comunidad indígena. Este grupo diverso nos cautivó con sus historias de vida y sus necesidades durante más de dos horas, lo cual nos lleva a reflexionar sobre el hecho de que, simplemente, el hecho de estar allí, escuchándolos, representa una pequeña esperanza para ellos. Esto nos motiva aún más a contribuir al fortalecimiento de la Asociación, aunque sea con una capacidad adicional mínima para abordar las necesidades de su población, y a brindarles una razón adicional para mantenerse unidos y no perder la esperanza.
Experiencias como estas nos confirman que nuestro trabajo vale la pena. Al poner el corazón de Compartamos con Colombia en causas tan relevantes, recordamos que Colombia es vasta y extensa, pero es nuestra tarea llegar a cada rincón, por desafiante que parezca. Por lo tanto, esperamos que esta experiencia nos sirva como punto de partida para explorar aún más posibilidades de acción, ya que estamos seguros de que de estas grandes experiencias surgirán los mejores aprendizajes.